Extracto de "La salinidad de los ríos"
por Arthur F. Pillsbury
Scientific American, Julio 1981, 55-65.
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Antes de que las sociedades comenzaran a aprovechar los ríos,
las inundaciones periódicas eran altamente efectivas en transportar las sales al océano,
manteniendo así
la
cuenca en un equilibrio de sales, o balance de sales, razonablemente bueno. Hoy en día,
con los flujos de los ríos regulados por los sistemas de almacenamiento,
y con el alto uso consuntivo
del agua almacenada, no hay suficiente flujo remanente para llevar todas las
sales que anteriormente eran transportadas al océano en forma natural.
Las sales están siendo almacenadas, de una u otra manera,
dentro de la cuenca.
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No sólo las sales están siendo retenidas en alguna parte del sistema,
sino que también se están tomando varias medidas que deliberadamente impiden el flujo
de las sales al mar.
El concepto general es desviar los flujos salinos
hacia lagunas de evaporación. Allí el agua se evaporará de la superficie,
dejando atrás las sales. Se propone
que las cuencas de evaporación estén situadas donde el suelo
subyacente sea salino o relativamente no poroso.
Cuando no es así, las lagunas deben ser revestidas
con un material relativamente impermeable. Tales esquemas, diseñados para almacenar las sales
en las cuencas, pueden funcionar durante unos años o décadas, pero están destinados a ser desastrosos a largo plazo.
¿Por qué? Los esquemas fallarán por cualquiera de varias razones.
Aunque las aguas subterráneas bajo la laguna de evaporación sean ya salobres,
cada cuenca de agua subterránea con un gradiente de flujo
tiene por fuerza una salida cerca de su extremo inferior. El agua salina en la laguna de evaporación
servirá para aumentar la presión hidráulica
en las aguas salinas subterráneas, y de este modo aumentará la
descarga en la salida, causando estragos en las aguas
subterráneas y las tierras aguas abajo. Si la laguna de evaporación
se encuentra por encima de un suelo
impermeable, se verá que el suelo se hará gradualmente más permeable
en presencia de las aguas salinas. Este hecho está bien establecido.
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Antes del advenimiento del riego intensivo, las aguas subterráneas de los valles y
cuencas [del oeste de los EE.UU.] eran casi uniformemente de alta calidad.
Los acuíferos subterráneos eran en gran parte recargados
en las cabeceras de los valles.
Las aguas subterráneas posteriormente descargaban
en las tierras bajas de la cuenca y en los propios ríos como flujo de base.
Cuando los agricultores comenzaron a bombear las aguas de riego de los acuíferos,
el efecto neto fue bajar la napa freática aguas abajo del acuífero,
reduciendo así el flujo de base de los ríos. Finalmente, el nivel freático caería tan bajo que
eliminaría la descarga [es decir, el flujo de base] y los acuíferos se convirtirían
en cuencas cerradas. Las sales entonces ya no serían pasadas aguas abajo
y se irían acumulando en el manto acuífero.
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La costumbre tradicionalmente seguida
en el desarrollo de los recursos hídricos ha sido esperar que el propio río
suministre el agua dulce a puntos de derivación, casi hasta la boca del río.
Esto ignora el principio básico, esencial para el largo plazo, de ir
aguas arriba para el suministro y permitir que los tramos inferiores se vuelvan salobres.
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A menos que a los tramos más bajos de los ríos
se les permita reafirmar su función natural como exportadores de sal al océano,
las tierras productivas de hoy se llenarán de
incrustaciones de sal y se convertirán en tierras estériles.
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